Brasil despertó el día después del 7-1, pero la pesadilla no terminó. Tendrán que pasar años para que la herida se convierta en una cicatriz permanente, menos dolorosa, una compañera, como lo ha sido el recuerdo del Maracanazo desde 1950.
Diarios de todo el mundo reportaron con estupor lo sucedido en el ahora infame estadio Mineirao, donde la presión social terminó por resquebrajar a los futbolistas que en 30 minutos vieron al torbellino alemán acabar con sus ilusiones.
Vergüenza, Paliza, Humillados, son los comunes denominadores de los titulares alrededor del planeta. Obviamente la tristeza y la alegría se incrementan en los rotativos brasileños y alemanes, las dos caras eternas del deporte.
Diarios de todo el mundo reportaron con estupor lo sucedido en el ahora infame estadio Mineirao, donde la presión social terminó por resquebrajar a los futbolistas que en 30 minutos vieron al torbellino alemán acabar con sus ilusiones.
Vergüenza, Paliza, Humillados, son los comunes denominadores de los titulares alrededor del planeta. Obviamente la tristeza y la alegría se incrementan en los rotativos brasileños y alemanes, las dos caras eternas del deporte.